domingo, 26 de junio de 2011

ULTIMO TREN A BOSTON


Llegar a una estación de trenes y ver una gran cantidad de soldados con escopetas asusta. También asusta el ver a la policía caminando y pisando fuerte junto a sus perros increíblemente entrenados. Todo el que pasa parece andar tranquilo… por mi parte, no tengo más que los nervios de punta.
Presento mi pasaje en el track y quien lo chequea me informa que ese es el boucher y que para poder pasar necesito el ticket. Además me aclara que mi destino todavía no tiene estipulada una vía.

Me dirijo a las cabinas en donde me canjearan el boucher y un muchacho me atiende amablemente entendiendo que estoy bastante movilizada y que el hablar diferentes lenguas puede ser muy divertido pero no ayuda. Luego tomo un lugar en el piso cerca de unas escaleras mecánicas, junto a una chica que parece ser amigable y después de un rato de ver como los soldados recorren la terminal completa le pregunto preocupadamente si es que algo sucede, a lo que responde que cree que no, que esta situación es normal.
Ella vive en Washington D.C. y está esperando su tren que partirá cinco minutos después que el mío, exactamente a las 5.05 PM por lo que insiste en tranquilizarme y afirmar: " Estas cosas pasan todo el tiempo también en donde yo vivo pero es sólo por control. Lo hacen porque generalmente los sábados hay más tráfico y quieren tomar precauciones".
Yo estoy al borde del llanto, los soldados siguen recorriendo el lugar y cada vez encuentro más posibles sospechosos. Intento leer un libro, de pronto me concentro, pero la atención no dura ni cinco minutos ya que no puedo evitar sentirme desprotegida.
Se me escapa una lágrima, luego otra y otra. Siempre tiendo a pensar en las posibles malas cosas que podrían sucederme y esta vez no descarto ninguna opción: secuestros, toma de rehenes y demás cosas que por estar en el lugar en el que estoy no me animo ni a escribir.
La chica, vestida con remera roja y pantalones de jean, que ahora recuerdo blancos pero que estoy segura eran azul oscuro, me calma alegando que habló con su hermana y que no hay ninguna señal de alarma, y me dice además: “Entiendo tu preocupación ya que la mayoría de las personas no están acostumbradas a este tipo de controles, pero todo anda bien".
Le agradezco, vuelvo a mi libro y poco a poco comienzo a hundirme en el capítulo IV de la Granja Animal. Ella, muy amablemente me avisa que por fin mi tren tiene destinada una vía y que ya puedo sentirme tranquila.
Finalmente llega la hora. Controlan mi ticket, bajo las escaleras mecánicas y logro tomar el tren a Boston. Ya estoy a salvo, o al menos eso quiero creer por ahora.

martes, 7 de junio de 2011

LA HABILIDAD DE EXPRESAR UNA IDEA ES TAN IMPORTANTE COMO LA IDEA MISMA

07/06/2011 - DIA DEL PERIODISTA


Desvalorizado, desmentido, deshumanizado. Qué tristeza el creer que el periodismo de hoy en día no sirve más que para traer malas noticias, chismes y mentiras. ¡Y pensar que en sus momentos de gloria fue bautizado como "el cuarto poder"!  ¿Quién no quisiera que volviera a ser considerado así? 
Nos piden objetividad, neutralidad; ¡pues no existe! Desde el momento en que no existe una realidad, sino muchas según como se la viva. Desde que se elije una nota, desde que se la encara de determinada forma o mediante determinado personaje, la subjetividad está ya en el juego.
Así y todo la desilusión no es tan grande. Todavía hay periodistas que hacen de esta vocación lo que realmente es: una muestra de las diversas caras de una verdad. El periodismo es investigación, es empaparse de versiones para determinar, como aseguró el escritor y poeta británico, Rudyard Kipling, los seis honrados servidores que me enseñaron cuanto sé;  cómo, cuándo, dónde, qué, quién y por qué. Es pensar como piensan los sabios pero hablar como habla la gente sencilla. 
En el fondo, y tal como lo afirmó Ricardo Senabre: "el periodismo es una vida llena de emociones y la posibilidad de aclarar misterios insondables de la sociedad". A fin de cuentas, el periodismo es la lucha por la verdad.