La Boca es capaz de inspirar patriotismo en un sólo segundo… y es que el barrio más colorido de la capital argentina respira tango. Basta poner un pie en la avenida Pedro de Mendoza para darse cuenta de que se encuentra en la cuna del “pensamiento triste que se baila” como lo definió Enrique Santos Discépolo, un gran compositor y músico argentino.
Con sólo entrar a un conventillo y ver un escenario ambientado entre calentadores, sodas, mecedoras y muebles antiguos, réplica perfecta de una habitación de aquel entonces, se siente retroceder en el tiempo hacia la época de la inmigración europea en la que el Río de la Plata fue testigo de grandes oleadas migratorias que generaron mezclas de etnias y culturas dando así origen al tango.
Y es que La Boca tiene eso de nostalgia y de respeto hacia el pasado que le hace falta a los argentinos; porque remite a los orígenes y la época gloriosa de la música más famosa del país y reúne las costumbres que tanto caracterizan esa argentinidad al palo de la que están orgullosos los nativos de esta tierra.
Es por eso que merece ser visitada, porque lograr la sinergia perfecta no resulta muy difícil en este lugar: sólo basta con caminar por la margen del río escuchando un tango electrónico proveniente de algún rincón del barrio y el misterio finalmente estará resuelto… uno entenderá por qué el turista suele sentirse tan atraído por este conjunto de casas bajas y de muchos colores que no son más que el significante de la historia.
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