miércoles, 25 de mayo de 2011

CUANDO SE SUFRE POR UNA PASIÓN


 Los jugadores entran en la cancha y la hinchada emocionada los recibe entre papelitos y canciones de aliento. Las estrellas saludan y agradecen el apoyo de la gente que sigue al blanco y rojo en las buenas y en las malas. Entre insultos y chiflidos entra el contrincante al campo de juego, y unos instantes más tarde el juez da la orden y la pelota comienza a rodar.
            Las sensaciones que se generan en la tribuna son múltiples pero sobresalen la pasión y la esperanza. Un fanático empedernido no se aleja de la baranda que lo separa de la cancha. En plena época de promoción los seguidores se compenetran con el partido y desde las gargantas brotan gritos viscerales impartiendo órdenes a los jugadores que no serán escuchadas.
            Las banderas y los tan difamados Borrachos del Tablón colorean y definen al Monumental imponiendo una presencia de temer. Entre bombos y platillos las ya consabidas rimas dan fuerza e ilusión al equipo “de mis amores” como reza el cántico popular.
            De pronto, como si alguien lo ordenara, toda la hinchada local se para a la expectación de un centro y como si lo hubieran presentido, diez segundos más tarde las faringes explotan de emoción al gritar “gol”.
            Doce minutos después finaliza el primer tiempo y entre risas y sonrisas los ánimos se calman, como dándole un respiro al corazón que no deja de latir ante tanta expectativa.
            El segundo tiempo irrumpe entre hamburguesas y gaseosas y los hinchas vuelven a los himnos riverplatenses. Pero inesperadamente un jugador enemigo patea al arco y con el alma en la boca los fanáticos sienten el vértigo de lo que puede ser. Sin embargo, el arquero parece atajar la pelota y se escucha un leve suspiro que no dura ni un segundo ya que se le resbala de las manos y convierte el gol en contra.
            “Voy a comprarme un arma y te voy a disparar”, grita un hombre entre sollozos. La gente enloquecida no logra reaccionar ante lo sucedido.
             El ambiente se vuelve tenso y, lo que hasta hace un rato parecía un festín, no es más que un mar de nervios. Dos o tres jugadas llaman la atención pero al no concretarse el tanto, se maldice e insulta.
            Faltan dos minutos para que termine el partido y el director técnico hace un cambio e ingresa uno de los favoritos. Hay quienes mantienen sus esperanzas vivas pero la mayoría llora amargamente lo que parece ser el atajo directo a la promoción.
            El referí toca tres veces el silbato y marcando el centro de la cancha marca también el ánimo de los hinchas que se muestran dolidos, de luto. “Esto es perder, no empatar. Lo teníamos ganado y se nos fue”.
            La hinchada llora y una mujer de unos 55 años que gritó todo el partido consuela a su pequeña hija que dejó escapar un lagrimón. Los hombres no se quedan atrás; algunos discuten sobre la dirección del club, entretanto uno comenta: “¿Sabes lo que va a ser ir a la cancha de Boca si descendemos? Nos van a cantar vos sos de la B”.
            Mientras los visitantes se retiran algunos hinchas se dirigen a las escaleras, que hace tres horas congregaban alegría y optimismo, y que ahora, obstruidas por la policía, no son más que testigos de una decepción inconcebible.

1 comentario:

  1. Es una bella métafora, del juego que despierta las mayores pasiones del mundo, me sorprende no tanto por tu capacidad, que es inmensa, sino por tu conocimiento de los entretelones de un partido de futbol, la agudeza y fineza de tus percepciones, ayudan a entender las infinitas vicisitudes que afloran en los templos del fútbol. Te felicito Rochu. Un Abrazo. Julio

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